XXXIV CONGRESO ARGENTINO DE DERECHO INTERNACIONAL
ASOCIACIÓN ARGENTINA DE DERECHO INTERNACIONAL (AADI)
LA PLATA,7, 8 Y 9 DE SETIEMBRE DE 2023
SECCIÓN DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y SECCIÓN RELACIONES
INTERNACIONALES
RELATO: “LAS IMPLICANCIAS DEL CONFLICTO EN UCRANIA A NIVEL
GLOBAL, REGIONAL Y LOCAL”1
Mg. Victor F. Toledo
RESUMEN
El conflicto ucraniano tiene hondas raíces que se retrotraen a varios siglos. El desarrollo de las operaciones militares; las gestiones diplomáticas; la dinámica económica y el debate ideológico presente como trasfondo, reflejan las múltiples aristas a partir de las cuales puede ser abordado. El marco geoestratégico en el cual se desenvuelve merece especial atención, ya que constituye la máxima expresión de la pugna de intereses locales, regionales y globales que se manifiestan de manera caótica en un mundo que, tras la caída del Muro de Berlín, no ha logrado definir su configuración. Un orden mundial que según analistas de distintas latitudes, entre ellos Henry Kissinger, está en “crisis” (2016:366).
PALABRAS CLAVE
Derecho Internacional – Geopolítica – Orden Mundial - Rusia - Ucrania
INTRODUCCIÓN: LAS SOMBRAS DE LA GUERRA FRÌA
La Unión Soviética (U.R.S.S) contuvo, desde su fundación y a lo largo de todo su
territorio, fuerzas altamente contrapuestas, por lo que no debe extrañar que su derrumbe le haya brindado el espacio y ocasión para emerger –o re emerger- y manifestarse de manera brutal en no pocas ocasiones. Armenia y Azerbaiyán se disputaron el enclave de NagornoKarabaj en una guerra que llegó momentáneamente a su fin cuando Rusia y Turquía intervinieron de manera decisiva. En 1994, año en el que formalmente concluyó la conflagración, 4.600 armenios y 30.000 azeríes perdieron la vida (Binayán Carmona, 2001:
2). En realidad, toda la región caucásica había quedado envuelta en diversos tipos de conflictos con hondas raíces religiosas, nacionalistas y económicas, debido a los recursos energéticos existentes en la zona. En 1989, paralelamente al proceso de disolución soviético, alrededor de 60.000 turcos del Meskhetián fueron desplazados de Uzbekistán y Kyrgyztán; en 1992 los osetianos expulsaron a miles de ingushes y cientos de miles de tadjiks debieron huir hacia Tadjikistán, todo ello “porque habían nacido del lado
1 Se advierte al lector que, dada la dinámica de los acontecimientos, el presente relato cuenta con información recabada hasta el 28 de julio de 2023, por lo tanto, algunas de las expresiones vertidas en el texto podrían verse modificadas.
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equivocado” de las fronteras (Escudé, 1999:37). Georgia y Osetia, por un lado, y Georgia y Abjasia, por el otro, también entraron en guerra tras la disolución del régimen soviético.
En este segundo conflicto todavía hay debates en cuanto al número de víctimas.
Sin lugar a dudas el conflicto checheno fue el que tomó mayor trascendencia. Si
bien históricamente hubo revueltas, a partir de 1991 un grupo de rebeldes se organizó e instituyó como una comunidad beligerante que llegó inclusive a declarar la independencia.
Tras varios reveses, entre 1994 y 1996, año en que se firmó la paz, cerca de 40.000 personas perdieron la vida. En octubre de 1999 se inició una segunda fase de la guerra, esta vez con Vladimir Putin al frente, quien logró doblegar a los secesionistas, no sin haber cometidograves violaciones a los derechos humanos.
El caso de Ucrania parecía ser, en principio, una excepción en ese contexto tan
convulsionado. Es verdad que, como todo proceso de disolución, la salida de Ucrania de la ex U.R.S.S. conllevaba cierta conflictividad, pero una cuestión muy álgida, como la nuclear, pudo resolverse con cierta racionalidad.
En 1994 fue suscrito el Memorándum de Budapest –firmado por Ucrania, la
Federación de Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos.- mediante el cual Ucrania cedió a Rusia su arsenal nuclear en un proceso que duró alrededor de dos años, convirtiéndose así en un Estado “desnuclearizado”2. Por otra parte, en 1992 también se procedió a la división de la Flota del Mar Negro que estaba emplazada en Crimea. La solución adoptada fue que Moscú se quede con el 80% de la Flota y con la Base Naval de Sebastopol hasta 2017; en 2010 el acuerdo fue renovado para que la base permanezca bajo dominio ruso hasta 2035 bajo una modalidad similar al arriendo.
Sin embargo, los compromisos alcanzados a nivel internacional no compensaron la
conflictividad interna que se venía gestando en Ucrania y que, en definitiva, terminó
incidiendo en el ámbito internacional. Salta a la vista que la comprensión de los fenómenos internacionales sin la consideración de las cuestiones internas es incompleta, así como al análisis de la política interna que no ahonda en el contexto internacional. Lo que hoy suele recibir el neologismo de intermestic (combinación de internacional y doméstico) ya había sido avizorado por Hans Morgenthau cuando sostenía que “…la distinción tradicional entre la política internacional y la interna tiende a desaparecer” (1963:203).
Desde su incorporación a la ex U.R.S.S. la política ucraniana ha sido tributaria de
los dictámenes de Moscú –como de hecho lo fueron todas las ex repúblicas soviéticas-, sin embargo, fruto de sus raíces históricas, de manera recurrente se han presentado tensiones entre los sectores pro rusos y pro occidentales. Ucrania es, en palabras de Samuel P. Huntington, un país “escindido” (1997:197). Para el autor, dicha situación quedó evidenciada en las elecciones de 1994 cuando Leonid Kravchuck, líder pro occidental, obtuvo alrededor del 90% de votos en las 13 provincias de la Ucrania occidental, mientras que Leonid Kuchma, pro ruso, obtuvo márgenes semejantes en las provincias orientales (Ib.:198). Esta lógica se replicaría en las sucesivas elecciones presidenciales, afectando las
2 Entendiéndose por tal la desnuclearización bélica.
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relaciones con Rusia cuando los liderazgos pro occidentales eran los que se imponían. Por otra parte, y fruto de las reformas constitucionales, el régimen semi presidencialista que se implementó en Ucrania incidió en los sucesivos cambios de gobierno3.
En las elecciones presidenciales de 2004, el primer ministro Víktor Yanukovich,
pro ruso, fue declarado ganador en comicios calificados de fraudulentas por la oposición, hecho que movilizó a los simpatizantes de Víktor Yúshchenko, candidato pro occidental. Tras una tercera vuelta electoral, Yúshchenko accedió nuevamente al poder.
Durante el mandato de Yulia Timoshenko se gestionó la firma del tratado de
adhesión de Ucrania a la Unión Europea (UE), acontecimiento que marcó una aceleración en la conflictividad interna del país. Electo nuevamente, Víktor Yanukovich rechazó lo negociado y optó por un estrechamiento de los vínculos con Rusia, dando lugar a una serie de movilizaciones locales conocidas como “Euromaidán”. Las protestas, inicialmente circunscriptas a defender el acuerdo con la Unión, desembocaron en manifestaciones violentas y hasta el secuestro de funcionarios. El Parlamento ucraniano entendió que el presidente no estaba en condiciones de ejercer sus poderes constitucionales y garantizar la seguridad del país por lo que, en un procedimiento sumario, lo destituyó.
Consecuentemente, en las regiones pro rusas, en especial en Crimea, se motorizaron protestas en contra de la destitución de Yanukovich, las que terminaron, finalmente, en la proclamación de la República de Crimea y su posterior adhesión a Rusia4. Estas protestas también se replicaron en Donetsk y Lugansk.
La cronología expuesta de una manera muy sucinta, muestra que la confluencia y
mutua influencia de factores exógenos y endógenos condujeron a una creciente
conflictividad e incidieron en la inestabilidad en el país y la región y, a partir de su
profundización y la intervención de diversos actores, en todo el mundo.
Ahora bien, la situación en Ucrania no pasaría de ser un caso de estudio, para
algunos hasta exótico o lejano, de no ser por su relevancia geopolítica y estratégica. Es, en definitiva, la combinación de ambos factores, la que realza la relevancia del conflicto de manera significativa como así también a sus potenciales incidencias en un sistema internacional que está en reconfiguración.
EL PESO DE LA GEOPOLÍTICA
La actual Rusia nació hace siglos en el ducado de Kiev, capital de la actual Ucrania;
no obstante este país recién constituyó sus fronteras actuales en el siglo XX. Con vecinos poderosos como Rusia y Polonia, durante gran parte de su historia fracciones de su
3 En este relato no se abordará sobre el sistema político ucraniano y los últimos cambios, pues es una cuestión
más propia de la ciencia política, pero se deja nota de la relevancia que tendría encarar un análisis sobre su influencia en el país y sus relaciones con Rusia.
4 La crisis de Crimea, en realidad, fue todo un proceso que se gestó desde la disolución soviética que acarreaba, de por sí, un baje histórico muy conflictivo. Binayán Carmona la calificó como un “manicomio histórico”. Ver Binayán Carmona, Narciso. “Manicomio Histórico”. La Nación, Buenos Aires, 7 de julio de 1999, pág. 4.
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territorio fueron absorbidas por alguna de estas dos unidades políticas, hecho que afectó no solo a su unidad geográfica sino también cultural.
Rusos y ucranianos son eslavos, pero no constituyen un mismo grupo:
“Los ucranianos derivan de una mezcla de eslavos mediterráneos, en tanto que los rusos derivan, esencialmente, de fineses esclavizados por colonos provenientes de zonas actualmente ucranias [...] Hay una diferencia lingüística: el ruso es más arcaico, más parecido al ucranio medieval de aquellos colonos. Una diferencia jurídica: el derecho ruso antiguo tiene una fuerte presencia de China impuesta por los mongoles durante su larga dominación. Por el contrario, los ucranianos adoptaron el derecho alemán de Magdeburgo, es decir, el romano” (Binayán Carmona, 1998:2).
Como parte de la ex U.R.S.S., Ucrania fue su república más relevante después de
Rusia. Con sus más de 600.000 Km2, se constituye como un país extenso en los parámetros europeo occidentales, pero relativamente chico para los parámetros asiáticos (Oropeza Fabián, 2022:7). Limita con Rusia, Polonia, Bielorrusia, Moldavia, Rumania, Eslovaquia y Hungría, y el Mar Negro baña sus costas, es decir que es una auténtica bisagra entre Europa y Asia.
La región de Europa Oriental en la cual está enclavada Ucrania conforma lo que
Huntington ha denominado “línea de fractura”, es decir de separación entre dos
civilizaciones: la Occidental y la Ortodoxa (1997:197-2000). Por lo tanto, no solamente hay una tensión política sino también religiosa. En Ucrania conviven tres iglesias: una Ortodoxa dependiente del Patriarcado de Moscú, mayoritaria en las regiones orientales, una Ortodoxa dependiente del Patriarcado de Kiev y otra Católica, dependiente de Roma, pero con rito bizantino, con mayor presencia en la región occidental.
Por si fuera poco, Ucrania está situada en el centro del Heartland del cual hablaba
Mackinder, cuyo domino garantizaría el dominio de la “isla mundial” y, por consiguiente, del mundo entero. Sobre sus fronteras se ha trazado la línea de separación entre el mundo capitalista y comunista durante la Guerra Fría y, tras su finalización, se erigió como una zona disputada por las proyecciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Federación de Rusia.
Es cierto que el contexto internacional actual es muy distinto al existente cuando
Mackinder escribió su obra The geographical pivote of history, allá por 1904, o Democratic Ideals and Reality: A Study in the Politics of Reconstruction, en 1919; sin embargo, esta verdad evidente no desmerece la especial atención que requiere la región para los intereses de todas las potencias. Para Mackinder, el foco de análisis del mapa político de la Europa Moderna "...lo presentaba el área extensa de Rusia ocupando la mitad del continente y el grupo de territorios menores poseídos por las potencias occidentales” (Weigert, 1944: 136).
Casi cien años más tarde, en El gran tablero mundial, Zbigniew Brzezinski indicaba como imperativo para EE.UU. la ocupación de la región que había quedado vacía de liderazgos.
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En este punto, para el autor, el caso ucraniano resultaba crítico para Rusia y era una
oportunidad para EE.UU.:
“La pérdida de Ucrania fue muy grave desde el punto de vista geopolítico, tanto que limitó drásticamente las opciones geoestratégicas de Rusia [ya que] significó la pérdida de una economía industrial y agrícola potencialmente rica y de 52 millones de personas lo suficientemente cercanas a los rusos desde el punto de vista étnico y religioso como para hacer de Rusia un verdadero Estado imperial, grande y seguro de sí mismo” (Brzesinski, 1999:99).
Además, el Mar Negro era uno de los pasos con los que contaba Europa para
importar el gas desde Rusia, quien, previo a la guerra, suministraba casi el 40% de gas que consumían los países europeos, en especial Alemania. Su posición estratégica es fundamental como espacio para la proyección rusa sobre el Mediterráneo.
La relevancia de Ucrania en el contexto eurasiático, por lo tanto, no es insignificante. En materia de cereales es uno de los principales productores y exportadores
mundiales de trigo, maíz y centeno. También es un país rico en manganeso, titanio,
mercurio, carbón y hierro. Y en materia nuclear, es el séptimo país con capacidad nuclear instalada. No posee, en cantidades significativas, ni gas ni petróleo, pero por su territorio pasa uno de los gasoductos más importantes que conectan a Rusia con Europa.
De este modo, el Gran tablero mundial recobra relevancia como instrumento de
análisis de la estrategia estadounidense, pues enfatizaba –como en general sucede con todos los autores realistas- la relevancia del factor geográfico. En este sentido, Ucrania pasaba a constituir una pieza clave, no tanto como mercado, sino por cuestiones de defensa y seguridad. El acercamiento a Ucrania construiría, por primera vez para EE.UU., una presencia limítrofe con los intereses geopolíticos rusos a la vez que sería una plataforma de relativa cercanía, desde otro posicionamiento geográfico, hacia el Medio Oriente.
Económicamente –a través de la UE- y militarmente –a través de la OTAN-, las potencias occidentales fueron cerrando el cerco sobre Rusia. Inicialmente, inmersa en sus conflictos internos y debido a la debilidad ocasionada por la disolución, la Federación toleró estas afrentas, aunque más en lo económico que en lo militar. El propio Boris Yeltsin, quien tenía una postura abiertamente pro capitalista, en el marco de la guerra en la ex Yugoslavia indicó que no se aceptaría una extensión de la OTAN en la región y, de hecho, el ejército ruso ocupó el aeropuerto de Belgrado para impedir el asentamiento de tropas de la OTAN. Conviene recordar que en 1997 EE.UU y la Federación de Rusia habían firmado el “Acta Fundacional OTAN-Rusia” en la que se comprometían a “…construir juntos una paz duradera e integradora en la zona euroatlántica sobre los principios de la democracia y la seguridad cooperativa” (Pavón Pérez, 1999:219) y, sin embargo, un mes después Polonia, Hungría y la República Checa fueron invitadas a formar parte de la Alianza Atlántica.
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El grueso de la ampliación europea hacia Europa Oriental se dio en 2004 y desde
2013, con la incorporación de Croacia, no ha avanzado. En el caso de la Alianza Atlántica sucedió algo similar; en 2004 se dio su ampliación más grande hacia oriente y, salvo los ingresos de Albania y Croacia en 2009, el proceso se vio congelado hasta la incorporación de Finlandia en abril de 2023.
El congelamiento de estos dos procesos es coincidente con la consolidación del
liderazgo de Vladimir Putin –su segunda presidencia se extendió entre 2000 y 2004- y con un hecho que ha marcado el estilo de su ejercicio del poder, como fue la crisis de los rehenes en la Escuela de Beslán, Osetia del Norte, en septiembre de 2004.
Para Actis y Creus el hito clave en el resurgir de Rusia fue la guerra de Georgia en
2008. A partir de esa guerra Rusia demostró su capacidad de resistir a las presiones
externas, consolidar sus intereses en el extranjero próximo y proyectarse regional y extra regionalmente. Sin embargo es, para los autores, un “gigante con pies de barro” pues, si bien su poderío militar, nuclear y cibernético son competitivos a escala global, económicamente es un país frágil: su PIB representa el 3% del mundial, del cual gran parte se explica por los recursos energéticos; su comercio exterior es poco significativo (2,28% de las exportaciones y 1,25% de las importaciones mundiales); carece de desarrollo en inteligencia artificial o 5G; su inversión en I+D+I es marginal y no posee un número significativo de empresas multinacionales (2022: 169-171). Es, pues, un actor clave en la construcción de un nuevo orden mundial, pero carece de la capacidad para forjarlo per se.
LAS IMPLICANCIAS PARA EL ORDEN MUNDIAL
Tras la implosión soviética se derrumbaron muchas de las reglas con las que se
manejó el mundo durante el bipolarismo y se abrió paso a un escenario internacional
complejo e incierto. Indudablemente EE.UU. gozó inicialmente de una primacía o
hegemonía en materia militar, pero no así en materia económica y financiera, de modo que calificar al mundo como lisa y llanamente unipolar resultaba un tanto inexacto, salvo que se considere a la high politics como la única dimensión de análisis internacional. Aun así, esa supremacía aparentemente inexpugnable chocó con los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono (11/9) y las consecuencias que se desencadenaron a partir de allí.
Las teorías sistémicas en Relaciones Internacionales distinguen los cambios “en el
sistema” internacional de los cambios “de sistema” internacional (Kaplan, 1965). Esto
último sucede cuando cambian las reglas dando cabida a un nuevo orden Así, por ejemplo, del sistema de equilibrio se pasó al sistema bipolar tras la Segunda Guerra Mundial. Para que exista un cambio de sistema, por lo tanto, es necesaria la manifestación de un acontecimiento con la suficiente entidad para provocar tales modificaciones. Tradicionalmente han sido las guerras las que han tenido esas funciones (Guerras de Religión, Guerras Napoleónicas; Guerra Fría, si miramos al mundo desde una óptica típicamente eurocéntrica). Dado que el fin del bipolarismo no se produjo debido a un hecho de esas características sino que más más bien se trató de un proceso de años de gestación, no se verificó un cambio radical de sistema internacional y pareciera ser que el orden internacional vigente tras la Segunda Guerra Mundial no termina de morir y que convive
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con un nuevo orden que no termina de nacer, es decir, que estamos en presencia de un orden mundial en crisis (Kissinger, 2016:366).
Algunos avizoraron que serían los atentados del 11/9 los que, finalmente, perfilarían
un nuevo orden internacional; pero eso no sucedió. Tampoco lo hizo la pandemia del
Covid-19, que más bien acompañó a las transformaciones que ya venían gestándose
(pérdida de la hegemonía estadounidense; crisis financiera global; cambio climático; freno a la globalización; entre otros); es decir que el orden mundial siguió cambiando “con” y no “por” el coronavirus (Actis; Creus, 2022: 71). ¿Podría tener la guerra de Ucrania estapotencialidad de producir un cambio de sistema?
El orden emergente tras la caída del Muro de Berlín, identificado como hecho simbólico del fin del bipolarismo, es complejo y confuso –más bien parece un desordendebido a oscilaciones que se manifiestan tanto horizontal como verticalmente. Es decir, no solamente hay nuevos posicionamientos de las potencias estatales tradicionales, sino de otros actores con iguales o mayores márgenes de actuación y movilización de recursos que los propios Estados y se torna extremadamente difícil descifrar hacia dónde va el mundo: “¿Vamos a un mundo unipolar con EE.UU. a la cabeza (más G7, OTAN, G20, FMI, BM, OMC, OCDE), bipolar (EE.UU.-China), tripolar, cuadripolar? Nuevamente, el mundo no se adecua a cada doctrina de los Estados sino que las políticas se adaptan a los hechos” (Barbarán, 2022).
Probablemente el conflicto en la ex Yugoslavia haya sido la manifestación más
cabal del liderazgo estadounidense en materia militar tras el hundimiento soviético5. No obstante, a partir de allí, EE.UU. tuvo que convivir con la irrupción de China como potencia de primer orden, que vino gestándose tras las reformas de Deng Xiapoing, y el renacimiento ruso. Y si bien podría pensarse que fue la invasión a Afganistán la que marcó el máximo apogeo del unilateralismo estadounidense, en realidad se trató de un coletazo propio de la pérdida de su influencia internacional, ya que tuvo que lanzarse a esa aventura bélica por fuera de los márgenes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al no contar con el consenso de dicha organización, como si lo había logrado, por ejemplo, en la Guerra del Golfo de los años 90. Mucho más expuesto quedó con la invasión a Irak en 2003, situación en la que hasta Francia había adelantado un eventual veto en el Consejo de Seguridad (CS) para una intervención armada. La retirada del primero sin haber logrado producir modificaciones sustanciales y la irrupción de Estado Islámico (ISIS) en el segundo, son los epílogos de consecuencias no previstas y reveladoras de la debilidad de la superpotencia.
La vuelta de Rusia como potencia regional de primer orden puso de manifiesto, para
EE.UU., un desafío en cuanto a cómo encarar sus intereses en Europa Oriental y Asia. Los analistas avizoran que, pasada la euforia triunfalista, EE.UU. tendría que decidir
5 La OTAN, liderada por EE.UU., traspasó los límites que tácitamente se había fijado durante la Guerra Fría e inclusive, en el marco de las operaciones, fue bombardeada la embajada china, hecho calificado como un “daño colateral”. En la actualidad sería impensable que una acción de esta naturaleza no tenga repercusiones.
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estratégicamente como afrontar el transitorio debilitamiento de Rusia y cómo podría ésta reaccionar frente a la presencia estadounidense en la región.
Para Brzezinski, los rusos podrían tomar tres caminos: a) asociación madura; b)
reforzar su extranjero próximo; c) generar una contra alianza para limitarla (1999:105). EE.UU. debía estar preparado para cualquiera de esos
escenarios.
Pareciera que Putin ha decidido combinar las últimas dos opciones y, en cierta medida, el conflicto en Ucrania debe ser entendido, desde la óptica de los intereses de la Federación, como una forma de contener la proyección occidental sobre sus intereses vitales. En este punto, a la luz de los acontecimientos hasta ahora acaecidos, perdura la lógica de la disuasión nuclear propia de la Guerra Fría. La Destrucción Mutua asegurada (MAD), que tras la crisis de los misiles en Cuba de 1962 contuvo conflictos armados directos entre las dos superpotencias, sigue siendo válida –ahora entre Rusia y la OTANtoda vez que la amenaza del uso de armas nucleares contiene cualquier intento de incursiones militares en espacios de influencias consensuadas entre los adversarios. Y es que el éxito de la disuasión nuclear radica en que ésta se sostiene pura y exclusivamente en la amenaza.
Ahora bien, la guerra en Ucrania tiene otros componentes que no cabe desatender,
pues es fruto de una invasión y potencial mutilación de la integridad territorial de otro
Estado, hecho reñido con uno de los principios básicos del Derecho Internacional Público.
LA GUERRA Y EL DERECHO INTERNACIONAL
Hemos relatado más arriba cómo las crisis internas producidas en Ucrania fueron
el preludio o telón de fondo de un conflicto bélico que posee ingredientes históricos y
culturales de larga data. En el terreno de lo estrictamente actual, esta guerra se enmarca en una combinación de desafíos extremos y de imprevisibilidad.
La situación en Crimea había puesto de manifiesto lo estratégica que era la región
para Rusia y que actuaría con fuerza frente a cualquier acción que considerase atentatoria de sus intereses. Si bien es cierto que la mayoría de los habitantes de Crimea son rusos –se calcula que alrededor del 80%- y que este territorio había sido fruto de una concesión realizada oportunamente por Kruschev6, la anexión de una porción territorial a otro Estado como modo de adquisición de territorio parecía haber quedado en el pasado. No es habitualque un Estado que en pleno ejercicio de su soberanía ceda territorio a otro Estado, luego lo reclame y anexe, cualquiera sea el motivo que esgrima. Frente a este hecho, no obstante, la única respuesta que encontraron tanto EE.UU. como la UE fue la aplicación de sanciones económicas que, indirectamente, terminaron perjudicando a Ucrania, pues como respuesta
6 Tras la derrota del Imperio otomano por Rusia en 1783 en tiempos de Catalina la Grande, Crimea fue atribuida a Rusia. Luego de la Revolución Rusa se conformó la República Socialista Soviética Autónoma de Crimea en 1921. Sin embargo, la ocupación de la región por los nazis hizo que, tras la Segunda Guerra Mundial, y con el pretexto de haber colaborado con los ocupantes, Stalin decrete su anexión al territorio ruso. En 1954 Nikita Kruschev –que había nacido en Kursk, territorio que formó parte de Ucrania-, decidió transferir el territorio de Crimea a Ucrania, medida que fue refrendada por el Soviet Supremo y perfeccionada cuando Ucrania aceptó formalmente la incorporación del territorio.
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cayeron los acuerdos ruso-ucranianos sobre el precio del gas, agravando el estado de una economía que, como los demás países, estaba atravesando una crisis importante producto de la pandemia y sus consecuencias.
A la autodeterminación proclamada en Crimea le siguieron la secesión de la región
del Dombás, en Donetsk y Lugansk. Seguidamente a la proclamación de la independencia se plebiscitó la incorporación a la Federación de Rusia, inclusive para zonas aun no controladas por las fuerzas independentistas7. Es más que evidente que la invocación delprincipio de autodeterminación es incompatible con la letra de la Res. 1514 (XV), cuando indica que “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación…” (art.2), pero aclara que “Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los Propósitos y Principios de la Carta de las Naciones Unidas” (art. 6). A esto debe sumarse la Res. 2625 (XXV) que proclama como primer principio que “…los Estados, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de Naciones Unidas”.
Pueden sumarse a dichos documentos internacionales, otros acuerdos bilaterales
firmados por Rusia con respecto a las fronteras de Ucrania:
“Memorando de Garantías de Seguridad en Relación con la Adhesión de Ucrania al Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares, de 1994 (Memorando de Budapest), y firmado por Rusia, Ucrania, EE.UU. y Reino Unido; el acuerdo de mayo de 1997 sobre el estatuto y las condiciones de establecimiento de la flota rusa en el territorio de Ucrania; el Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación del mismo año, por el que Rusia, basándose en la Carta de Naciones Unidas y el Acta de Helsinki,
reconoce la integridad territorial de Ucrania; y el acuerdo de delimitación de fronteras terrestres de 2003, en donde se reconocía de forma implícita a Crimea como parte de Ucrania (Acosta Sánchez, 2023:6)
El recurso a la guerra tampoco es compatible con otros principios y propósitos de
la Carta, como la abstención de la amenaza o el uso de la fuerza, salvo que sea con
autorización del CS o cuando se trate de legítima defensa. En base a esto último, e
interpretado de una manera muy laxa, Rusia decidió intervenir militarmente. Putin se
refirió, el día previo a la invasión, de una operación especial expresando que "El objetivo de esta operación es proteger a las personas que, desde hace ocho años, se enfrentan a la humillación y el genocidio perpetrados por el régimen de Kiev"8.
7 Al momento de la proclamación se trataba de los territorios de Járkov, Jersón, Dnipropetrovsk, Nicolaiev,Odesa y Zaporiya.
8 Declaraciones de Vladimir Putin efectuadas el 22 de febrero de 2022.
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La apelación a la legítima defensa por parte de Rusia es más que discutible como
procedente en este caso, y tampoco sería aceptable escudarse bajo este principio para legitimar una anexión territorial en detrimento de la integridad territorial de otro Estado. Por otra parte, la legítima defensa, según reza el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, opera “…en caso de un ataque armado” –lo que no sucedió- y hasta tanto el CS haya tomado “…las medidas necesarias”. Además, según marca la tradición en la jurisprudencia internacional, esa defensa para ser legítima tiene que ser “…proporcional frente al ataque al que se reacciona” (Diez de Velazco, 1997:165), lo que tampoco sucedió ni sucede. Este último punto también interpela a las acciones militares ucranianas en territorio ruso, cuando a través de ataques con drones, Ucrania realiza incursiones en contra de objetivos rusos no militares.
Retomando los argumentos rusos, la utilización del término “genocidio” por parte
de Putin no es precisa, si se toma en consideración la definición del genocidio adoptada por la Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio de 1948. Según el segundo artículo de la Convención:
“[…] se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo”.
Es cierto que la Convención no ha contemplado muchas situaciones, excluyéndose,
por ejemplo, a diversos grupos como los políticos, de género, de identidad sexual, entre otros, y que tales omisiones afectaron la efectividad de la aplicación de esta Convención (Feierstein, 2016); pero al margen de tales omisiones, la ampliación como genocidio a cualquier situación –en especial para justificar acciones ilegales e ilegítimas- desvirtúa su razón de ser.
En definitiva, con la intervención militar en Ucrania, dos principios medulares del
orden de la segunda posguerra han sido vulnerados: el respeto a la integridad territorial y la prohibición del uso de la fuerza.
La Asamblea General (AG) de las Naciones Unidas, mediante diversas resoluciones, ha condenado el accionar ruso. Así, la RES. ES-11/1 del 2 de marzo de 2022
“Reafirma su compromiso con la soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial de Ucrania dentro de sus
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fronteras reconocidas internacionalmente, que se extienden a sus aguas territoriales” (art. 1) y “Deplora en los términos más enérgicos la agresión cometida por la Federación de Rusia contra Ucrania, en contravención del Artículo 2 4) de la Carta” (Art. 2).
Por su parte, la RES. ES-11/2 del 24 de marzo de 2022 “Exige el cese inmediato de
las hostilidades de la Federación de Rusia contra Ucrania, en particular cualquier ataque contra los civiles y los bienes de carácter civil” (art. 1). También hizo una fuerte condena el Consejo de Derechos Humanos, quien aprobó la creación de una Comisión Especial para investigar las violaciones a los Derechos Humanos en Ucrania, y la propia Corte Internacional de Justicia, el 16 de marzo de ese año, en sus conclusiones preliminares sobre la solicitud urgente de medidas provisionales presentada el 26 de febrero de ese año por Ucrania. En el punto 18, proclamó que:
“La Corte está profundamente preocupada por el uso de la fuerza por parte de la Federación Rusa en Ucrania, que plantea cuestiones muy graves de derecho internacional. La Corte es consciente de los propósitos y principios de la Carta de las
Naciones Unidas y de sus propias responsabilidades en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, así como en el arreglo pacífico de controversias en virtud de la Carta y el Estatuto de la Corte. Considera necesario enfatizar que todos los Estados deben actuar de conformidad con sus obligaciones en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y otras normas del derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario”9.
En este punto, también advirtió que el caso tiene un alcance limitado, ya que
Ucrania ha incoado estos procedimientos solo bajo la Convención de Genocidio y que lamenta la ausencia de la Federación de Rusia en el proceso. No obstante ello, ha señalado que si bien “La incomparecencia de una parte incide negativamente en la buena administración de justicia, ya que priva a la Corte de la asistencia que una parte podría haberle brindado. No obstante, la Corte debe proceder en el desempeño de su función judicial en cualquier instancia del caso”10.
Pese a estas resoluciones, que han sido contundentes, no ha sucedido lo mismo en
el órgano decisor de Naciones Unidas en esta materia: el Consejo de Seguridad. Recién el 6 de mayo de 2022 emitió una declaración en la que indica que:
“El Consejo de Seguridad expresa profunda preocupación por el mantenimiento de la paz y la seguridad de Ucrania.
9 https://www.icj-cij.org/public/files/case-related/182/182-20220316-ORD-01-00-EN.pdf
10 Ib.
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El Consejo de Seguridad recuerda que, en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, todos los Estados Miembros han asumido la obligación de arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos.
El Consejo de Seguridad expresa su firme apoyo a los esfuerzos del Secretario General en la búsqueda de una solución pacífica. El Consejo de Seguridad solicita al Secretario General que lo informe oportunamente tras la aprobación de la presente
declaración.”11
Este texto, en el que no se emite condena ni se adopta decisión alguna, contó con el
voto afirmativo de todos los miembros, incluida la Federación de Rusia.
Ciertamente, el equilibrio ideado tras la Segunda Guerra Mundial, con órganos
“democráticos” -AG- y otro “ejecutivo” en materia de seguridad colectiva–CS- refleja un marco contextual que hoy no existe y que por ende tiende a conducir a la ineficacia de la organización.
El presidente Zelensky ha pedido la suspensión y hasta la expulsión de Rusia del
CS, debido a la utilización del veto o a la amenaza de utilizarlo para impedir la intervención de Naciones Unidas en el conflicto. Institucionalmente esto es imposible –y así se lo expresaron Biden y otros jefes de Estado- puesto que el diseño normativo de la organización lo impide.
A tal punto llega el encorsetamiento al que está sometida gran parte de la dinámica
institucional que, en abril de 2023, Rusia volvió a presidir el Consejo de Seguridad12, pese a las protestas ucranianas, produciéndose un exceso de formalismo procedimental que está reñido con el espíritu del art. 27.3 de la Carta cuando indica que en aquellas decisiones que adopte el Consejo de Seguridad, tomadas en virtud del capítulo VI (Arreglo pacífico de controversias), la parte en la controversia debe abstenerse de votar.
Es justamente en el marco del CS donde puede notarse esa opción estratégica de
una suerte de contra alianza a la que se refería Brzezinski. China ha acompañado, por omisión más que por acción, la posición rusa sobre el conflicto. Si los intereses de los Estados se concentrasen pura y exclusivamente en lo económico, queda claro que para el gigante asiático son más relevantes sus relaciones con EE.UU. que con Rusia. El intercambio comercial con el primero ascendía, en 2021, a US$ 680.000 millones13 y con el segundo a US$ 140.000 millones ese año14, aunque, corresponde precisar, que mientras el primero está en descenso el segundo está en ascenso. Pero las relaciones entre China y Rusia son mayormente estratégicas, por consistir ésta en un socio de primer orden en
11 https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N22/342/00/PDF/N2234200.pdf?OpenElement
12 La presidencia es rotativa. La última vez que Rusia había presidido el CS fue, justamente, en febrero de 2022 cuando se produjo la invasión a Ucrania.
13 https://oec.world/es/profile/bilateral-country/usa/partner/chn
14 https://oec.world/es/profile/bilateral-country/rus/partner/chn
13
materia energética -en 2014 se firmó un acuerdo a 30 años para la exportación de gas a China por US$ 400 millones15-, además del hecho insoslayable de compartir 4.250 km de frontera.
Los chinos aprendieron las lecciones de la historia y así como el acercamiento con
EE.UU. en los años ‘70 del siglo pasado sirvió para debilitar al imperio soviético, entiendenque hoy, los vínculos estratégicos con Rusia pueden servir para debilitar al imperio americano y poner a China como eje en la construcción de un nuevo orden internacional. Si bien su intervención ha sido inicialmente discreta, posteriormente China se ofreció como mediadora fijando sus bases -12 puntos- sobre el conflicto en Ucrania. No es menor que uno de ellos, el segundo, indique la necesidad de “abandonar la Guerra Fría” y que “Todas las partes deben oponerse a la búsqueda de la seguridad de uno mismo a costa de la de los demás, evitar la confrontación entre bloques y trabajar juntos por la paz y la estabilidad del continente euroasiático”16.
Es evidente que para China, los intentos de ampliación de la OTAN hacia el este y
la eventual incorporación de Ucrania a la Alianza implicaban una afrenta para la esfera de seguridad rusa –y también para la propia, de manera indirecta- afectando la estabilidad en la región. A su vez, un estrechamiento de los lazos con Moscú puede ser significativo de cara a otras rivalidades regionales que tiene en ciernes la República Popular: Japón e India.
Por otra parte, también resulta significativo el hecho que se hable de “fin a las
sanciones unilaterales”, pues las sanciones aplicadas por EE.UU. en contra de Rusia por Crimea fueron casi contemporáneas a las aplicadas en contra de China en materia comercial, constituyendo un motivo de acercamiento entre ambos países.
Otro elemento de la “crisis de Ucrania” –la diplomacia china cuida no llamarla
“guerra”- ha sido una oportunidad que ha tenido la República Popular para reforzar sus presiones respecto de Taiwán, ya que es consciente de que para Occidente sería imposible, en términos estratégicos militares, involucrarse en dos conflictos armados de gran magnitud. De cara al centenario de la Revolución, el contexto político internacional parece serle favorable y mostrarle ganancias de cualquier modo: auspiciar un eventual acuerdo de paz –hoy difícil pues Ucrania no aceptaría un cercenamiento territorial ni Rusia perder lo ganado- implicaría constituirse en el arquitecto de un nuevo orden menos conflictivo; la prolongación del conflicto, por otra parte, implicaría mayor desgaste para las potencias occidentales y consecuentemente mayores márgenes de acción en su zona de influencia.
A casi un año y medio del inicio de la guerra la región es el escenario de un desastre
humanitario de gran magnitud. Las cifras que se pueden consultar no son precisas y hay grandes discrepancias entre los medios que las difunden y, como el conflicto aun no
15 https://legrandcontinent.eu/es/2023/06/05/china-rusia-energia-el-fragil-alineamiento/
16 Los 12 puntos señalados son: 1) Respetar la soberanía de todos los países; 2) abandonar la mentalidad de la Guerra Fría; 3) Cesar las hostilidades; 4) Reanudar las conversaciones por la paz. El diálogo y la negociación son la única solución viable a la crisis de Ucrania; 5) Resolver la crisis humanitaria; 6) Proteger a los civiles y prisioneros de guerra; 7) Mantener la seguridad de las centrales nucleares; 8) Reducir los riesgos estratégicos; 9) Poner fin a las sanciones unilaterales; 12) Promover la reconstrucción pos conflicto.
En https://www.fmprc.gov.cn/esp/wjdt/gongbao/202302/t20230224_11030757.html
14
concluyó, omitiremos especificarlas en este trabajo. No obstante, salta a la vista que las consecuencias de las acciones militares emprendidas afectaron a la población civil de manera directa e indirecta. Se ha perpetrado un crimen de agresión que se manifiesta
“….cuando, estando en condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción política o militar de un Estado, [una] persona planifica, prepara, inicia o realiza un acto de agresión que por sus características, gravedad y escala constituya una violación manifiesta de la Carta de las Naciones Unidas”17.
En marzo del presente año, el Tribunal encontró motivos razonables para considerar
a Putin responsable de haber cometido los actos de manera directa –ordenar la deportación ilegal de niños ucranianos de las áreas ocupadas hacia Rusia-, así como por no haber ejercido un control adecuado sobre los subordinados civiles y militares que cometieron los actos”18. Textualmente indica que:
“Los delitos se cometieron presuntamente en el territorio ocupado de Ucrania al menos desde el 24 de febrero de 2022. Hay motivos razonables para creer que el Sr. Putin tiene responsabilidad penal individual por los delitos antes mencionados, (i) por haber cometido los actos directamente, junto con otros y/o a través de otros (artículo
25(3)(a) del Estatuto de Roma), y (ii) por no haber ejercido un control adecuado sobre los subordinados civiles y militares que cometieron los actos, o permitieron su comisión, y que estaban bajo su autoridad y control efectivo [¨…] (artículo 28(b) del Estatuto de Roma)”19.
La Sala de Cuestiones Preliminares de la CPI indicó que el contenido es secreto a
fin de proteger a las víctimas.
Aquí se abrió un debate en cuanto a la competencia de la CPI, ya que ni Rusia ni
Ucrania forman parte de ella. El argumento que lo justifica se funda en que Ucrania ha reconocido la jurisdicción de la CPI para investigar los crímenes de guerra en el país, abriendo una ventana para que la Corte pueda juzgar a ciudadanos rusos –o de otras nacionalidades- por delitos cometidos en territorio ucraniano. Con todo, parece al menos discutible desde el punto de vista jurídico que un ciudadano de un país no miembro pueda ser juzgado por el Tribunal ya que con ese mismo criterio, se podrían incoar procedimientos judiciales contra ciudadanos estadounidenses, franceses o ingleses, por citar casos, que se desempeñaron en otros países como Afganistán, Irak o Siria.
Desde un punto de vista más político, tampoco parece ser viable el desenlace de
una acción de esta naturaleza contra un presidente en ejercicio de una potencia nuclear. El arresto de Putin dependerá de la buena voluntad de los países miembros de la CPI (123
17https://www.coalitionfortheicc.org/es/news/20160307/un-paso-historico-el-salvador-se-une-la-cortepenal-internacional
18 https://news.un.org/es/story/2023/03/1519472
19 https://www.icc-cpi.int/news/situation-ukraine-icc-judges-issue-arrest-warrants-against-vladimirvladimirovich-putin-and
15
hasta el momento) en los casos en que éste esté, eventualmente, de visita, y siempre y cuando no entre en juego la normativa aplicable en materia de protección diplomática, privilegios e inmunidades que la comunidad internacional ha consensuado. Por cierto, implicará un mayor recaudo por parte del líder ruso a la hora de planificar sus viajes y desplazamientos, algo que, por otra parte, ya tiene que considerar internamente, ya que la oposición a la guerra dentro de la Federación no es marginal e inclusive puso en vilo al Kremlin cuando el Grupo Wagner20 inició su marcha sobre Moscú entre el 23 y 24 de junio de este año.
LAS PROYECCIONES DEL CONFLICTO
Las repercusiones de la guerra han sido especialmente difíciles para la región. Antes
de la guerra, Ucrania y Rusia representaban casi el 30% y 20% de las exportaciones
mundiales de trigo y maíz; no es de extrañar, entonces, que el precio de los cereales se haya disparado tras el inicio de la guerra en un 33,6% más que el año anterior, según la FAO21.
El Acuerdo del Mar Negro, celebrado a instancias de Turquía para permitir las
exportaciones tanto ucranianas como rusas aminoró la aceleración de precios, no obstante su reciente suspensión el 17 de julio de 2023 tras el bombardeo ucraniano a un puente enCrimea fue seguido de la declaración de Rusia de darlo por terminado, proyectándose nuevamente incrementos en los precios de los alimentos.
En materia energética tras el inicio de la guerra, según el FMI, los precios al
consumo escalaron un 7,3% en los países desarrollados durante 2022, 3,9 puntos
porcentuales más que lo previsto y 9,9% en los países en desarrollo22. Si bien los países europeos fueron los más afectados –entre ellos Alemania- pues importaban de Rusia alrededor del 40% del gas que consumían, poseen fondos anti cíclicos que a través de la UE les permitió buscar otras fuentes de aprovisionamiento, en especial el carbón. Rusia, que perdió ese mercado, lo compensó con China, llegando a incrementar sus exportaciones en 50.000 millones de metros cúbicos de gas anuales23.
La prolongación del conflicto genera una mayor inestabilidad en la región.
Obviamente, en primer lugar en los países involucrados. El PBI ucraniano se contrajo en alrededor de un 10% en el primer trimestre de 2023 comparado con el año anterior24, mientras que el ruso cayó en todo el 2022 un 2,07%25. En términos genéricos hubo, al inicio, cierta presión inflacionaria a nivel regional y mundial, que también debe considerarse teniendo en cuenta la recuperación económica tras el estancamiento de la pandemia del Covid-19. No obstante, es interesante mencionar cómo se acentuó una
20 También denominado, es una compañía militar privada creada por Yevgueni Prigozhin, un empresario ruso. Rusia prohíbe legalmente formaciones como esta, sin embargo, tras el inicio de las operaciones militares en contra de Ucrania, se convirtió en el principal destacamento de asalto de las fuerzas rusas que combaten
en territorio ucraniano.
21 https://news.un.org/es/story/2022/04/1506952
22 https://www.telam.com.ar/notas/202302/620554-ucrania-precios-economia-mundial.html
23 https://www.telam.com.ar/notas/202209/605017-rusia--exportara--china-gas--europa.html
24 https://www.lanacion.com.ar/agencias/el-pib-de-ucrania-se-desplomo-un-105-interanual-en-el-primertrimestre-de-2023-nid09062023/
25 https://datos.bancomundial.org/indicator/NY.GDP.MKTP.KD.ZG?locations=RU
16
tendencia que venía gestándose, tal, el incremento de los gastos militares a nivel mundial, llegando a los U$s 2,23 billones en 2022 según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI)26. Ese esfuerzo en rearmarse por parte de los países europeos, sumados a la ayuda financiera y militar brindada a Ucrania, pone de manifiesto la preocupación por una mayor inestabilidad y refuerza los cálculos sobre un involucramiento mayor en el conflicto.
Europa institucionalmente ha respondido con once paquetes de sanciones económicas en contra de Rusia y Bielorrusia como consecuencia de la invasión a Ucrania, pero no ha tenido un accionar monocorde en materia política. La ayuda de EE.UU. a Ucrania, hasta febrero de 2023, ascendía aproximadamente a U$s 71.000 millones (U$s 43.000 millones de ellos eran ayuda militar), mientras que la UE en su conjunto había prestado ayuda por aproximadamente U$s 35.000 millones (U$s 30.000 millones de ellos era ayuda financiera). Detrás, y por lejos, viene la ayuda del Reino Unido (U$s 10.000 millones); Alemania (U$s 7.300 millones); Países Bajos ($4.000 millones); Polonia (U$s 3.500 millones) y Francia (U$s 1.700 millones)27. Salvo en el caso de Francia, en el resto representaba mayor cuantía la ayuda militar que la financiera o humanitaria.
Es que, en materia de seguridad, Europa aun es OTAN dependiente y requiere del
impulso de EE.UU. para llevar adelante acciones bélicas o que comprometan su estatus militar. Consciente de ello los Estados más cercanos al conflicto, como Finlandia –de reciente ingreso-, Suecia, Moldavia o Serbia, están en franco debate sobre la adhesión a la Organización. La Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en 2022 ha planteado un nuevo "concepto estratégico" para los próximos 10 años, y en el que se detallan las amenazas que enfrentan las democracias occidentales –con la guerra en Ucrania como eje central pero también con referencias a China- y explica cómo pretende hacerles frente.
En el resto del mundo, la guerra ha generado reacciones dispares. Japón, Canadá o
Australia tradicionalmente acompañan a EE.UU. en su política exterior y esta no ha sido la excepción. Irán, por su parte, reforzó sus vínculos con la Federación de Rusia, vendiendo drones de bajo costo que se utilizan para bombardear posiciones ucranianas. En América Latina el panorama ha sido dispar, en gran medida caracterizado por el sesgo ideológico que no solo proyecta sino que se confunde con la política exterior de cada uno de sus países.
Así, en la pasada Cumbre UE-CELAC del 18 de julio de 2023, no pudo consensuarse un documento único de condena a la invasión rusa, sino más bien una referencia sucinta a la “profunda preocupación por la actual guerra en Ucrania, que sigue causando un gran sufrimiento…”, texto que no contó con la adhesión de Nicaragua.
En Latinoamérica se presentan posturas pro rusas tradicionales e inalterables, como
las de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Colombia, Uruguay, Costa Rica y Perú acompañan a las iniciativas estadounidenses. El resto de los países tienen posturas más ambivalentes, en
26 https://www.france24.com/es/programas/econom%C3%ADa/20230424-el-gasto-militar-mundialalcanz%C3%B3-en-2022-un-nuevo-r%C3%A9cord-desde-la-guerra-fr%C3%ADa
27 Las cifras son aproximadas. Ver https://es.statista.com/estadisticas/1294251/guerra-rusia-ucrania-tipoayuda-militar-enviada-a-ucrania-por-cada-pais-en-2022/
17
algunos casos ambiguas, traduciendo en definitiva en situaciones que reflejan falta de coherencia en materia de política exterior.
Si se analizan las votaciones de condena a la invasión en organismos regionales
(OEA) y globales (ONU), se verá que en 11 países hay un voto en idéntico sentido, mientras que en 6 de ellos ha habido cambios (Argentina es uno de esos 6) y en otros 7 se han combinado votaciones con abstenciones28.
Ahora bien, más allá de ello, ningún país latinoamericano se adhirió a las sanciones
económicas y comerciales en contra de Rusia ni tampoco movilizó ayuda financiera o militar hacia Ucrania.
Pensar en un conflicto bélico como una oportunidad constituye, más que un acto de
realismo, uno de cinismo. Es cierto que, eventualmente, algún Estado podrá exportar una mayor cantidad de un determinado producto, que los precios de otros podrían verse beneficiados e inclusive ser terreno propicio para mayores inversiones. No obstante, desde que el mundo está globalizado, no hay crisis que sea puramente local. Con mayor proyección unas que otras, en el corto, mediano o largo plazo, todas terminan proyectándose a nivel mundial. La guerra en Ucrania, por su ubicación geográfica, por los actores involucrados, por los recursos estratégicos afectados, entre otros factores, multiplica las posibilidades de proyección con un alto potencial de daño, en especial para quienes no tienen la capacidad material e inmaterial para generar respuestas anticipadas y contendedoras de los efectos negativos. En torno a Ucrania se están debatiendo los pasos que seguirá el orden o desorden internacional vigente y sería deseable que, más allá de lascoyunturas políticas internas, la clase dirigente no sea meramente contemplativa.
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https://www.telam.com.ar/notas/202302/620554-ucrania-precios-economiamundial.htm
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